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Lecciones para Cambiar el Mundo

Por: Andrea de la Cruz Castro

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Politóloga

Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá

 

Hace pocos días, se cumplieron 3 años de mi grado como politóloga de la Universidad Nacional de Colombia, y aún recuerdo lo feliz que estaba. Por un lado, hice parte de la tercera generación en mi familia que recibía su diploma en el León de Greiff. Por el otro, creía, sin duda alguna, que, una vez terminada la ceremonia, podría comenzar a cambiar el mundo. Me gradué de la mejor universidad del país con el corazón cargado de sueños.

No obstante, unos días después, la realidad me abrió los ojos, no sabía con certeza lo que significaba cambiar el mundo, y mucho menos como hacerlo. Sin embargo la vida sigue, y no podía esperar a encontrar estas respuestas para entrar en el mundo laboral. La suerte me favoreció, comencé a trabajar junto a un grupo de mujeres maravillosas, víctimas del conflicto armado, que día tras día luchaban incansablemente para que sus territorios fueran liberados de violencia. Con ellas aprendí tres lecciones fundamentales, sobre qué es y cómo se cambia el mundo.

La primera lección fue aprender a escuchar. Y eso hice, escuché con atención todo lo que estas mujeres tenían por decir, cada vez era más fuerte el llamado que ellas hacían para ser escuchadas. Después de reflexionar sobre los relatos de estas mujeres, logré encontrar una inconformidad generalizada: muchas personas, instituciones y organizaciones querían trabajar con ellas, pero en ningún caso les preguntaban cuáles eran sus necesidades más urgentes. Las propuestas de intervención que llegaban a las comunidades de estas mujeres eran fórmulas mágicas para solucionar problemas que ellas no tenían, o que no consideraban relevantes.

Aprender a escuchar significo entender que es importante tener siempre en cuenta a las personas con las que se trabaja o para quienes se trabaja. El trabajo con personas de las regiones necesita que dejemos de lado el ego académico que nos dice que todo lo sabemos y que empecemos a definir los problemas y a construir soluciones en conjunto. Nunca se debe desconocer el valioso conocimiento que brinda la experiencia y el conocimiento del lugar donde se habita. Si escuchas con atención sabrás qué es lo que debe cambiar, para así cambiar el mundo.

La segunda lección fue comprender que todos y todas somos personas. Suena extraño cuando lo escribo, pero fue una lección extremadamente valiosa. Cuando vamos a las regiones, o a lugares alejados dentro de nuestras propias ciudades, tenemos una serie de estereotipos de lo que nos vamos a encontrar, quienes son los buenos, y quienes son los malos, y tomamos actitudes y prevenciones de acuerdo con eso. Pero, cuando ya estamos en esos lugares, lo que creíamos con tanta seguridad, se vuelve efímero: quienes pensábamos que eran los malos, quizás son los más amables, o quienes parecían ser los más confiables, pueden no serlo. Lo importante es comprender que cada individuo es un cumulo de historias por contar, y eso hace a cada vida, que cada relato sea valioso.

La tercera y última lección fue: sí es posible cambiar el mundo. Transformar, así sea en lo más mínimo, el contexto de una persona, puede traer cambios extraordinarios en la vida de una comunidad. Y ese es nuestro llamado como egresados y egresadas de la Universidad Nacional de Colombia, creer en la utopía de poder cambiar el mundo, para que sea nuestro guía cuando nos sintamos perdidos; creer que un mundo diferente es posible para ponernos manos a la obra y comenzar a construirlo. Porque, cuando impactamos positivamente la vida de las personas, desde nuestra profesión, en efecto, le estamos cambiando el mundo a esas personas.