“Mujeres de Grandes Lecciones”

Reflexión acerca de experiencia en cargo académico administrativo

Entre julio de 2018 y septiembre de 2020 me desempeñé como Vicedecana Académica de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura, Sede Manizales. Transcurridos los dos años, como docente habituada a examinar lo aprendido, las conversaciones con colegas, amigos, familiares y conmigo misma giraban en torno al cargo, a cómo había salvado obstáculos en los proyectos y desánimos en los procesos. A partir del diálogo en casa sobre nuestra experiencia en la administración entendimos que, desde el mundo académico local hasta el político nacional, el poder es interesante por la magnitud de los problemas y el alcance de las soluciones.

Normas y números en abstracto representan a personas; un buen administrador o gobernante, con un elevado nivel de conciencia, no perjudica con sus decisiones a los gobernados (anónimos). Un cargo representa el ejercicio de conservar a ultranza la propia esencia. "Transformarse" en alguien diferente es una traición imperdonable y si bien no es posible acabar con la descomposición, tampoco esta puede acabar con nosotros si no hace parte de la propia esencia.

En el camino se aprende a elegir las batallas: a construir sin perseguir ni castigar. No toda distorsión es corregible; el encargo no es enseñar lo que es el bien y el mal. Cada persona, con o sin poder, ha de hacer cada día lo correcto, donde le sea posible, porque es través del ejemplo como se permean las conciencias. De esta manera, actuar sanamente en las instituciones equivale a inocular un virus; se hacen alianzas para trazar una línea ética de actuación que permea a sus miembros.

Lentamente hay ecos, se hacen olas, surgen cambios y, con el tiempo, transformaciones. Las tareas se realizan en presente, sin apego a los resultados. Hay que concebir proyectos, posicionarlos y soltarlos a la vida sin ansia de control para que otros se los apropien y los desarrollen. Apegarse a la propia creación atrapa y esclaviza; así pues, es posible gobernar desde la política o la tecnocracia.

El tecnócrata es un “profesional especializado […] que, en el desempeño de un cargo público, aplica medidas eficaces que persiguen el bienestar social al margen de consideraciones ideológicas” (RAE). La política se basa en ideales, a menudo divisores de seres humanos; la tecnocracia en proyectos que convocan a la acción. Hay ideologías que paralizan y acciones que dinamizan procesos de humanidad y no podemos olvidar que a las instituciones las hacen las personas.

Si el poder se queda en el nivel más alto, en potencia de estrategia, no se pasa a la acción y el periodo discurre en palabrería; en el nivel operativo las voluntades están sujetas a normas, contratos y letra menuda. Las alianzas entre bandos medios, tecnócratas, dinamizan: vasos comunicantes entre dependencias van más rápido que la burocracia. Por esta razón, en todos los niveles se ha de trabajar por un propósito superior y la construcción de sentido. Sin propósito o sin sentido, cualquier labor es vacua, con la retribución económica como única motivación.

Hoy estoy tranquila, contenta y en paz. Puedo mirar a los ojos a las personas con quienes y para quienes trabajé; fue una maestría del Alma salir de mi pequeño mundo para construir “metapuntos de vista” y servir a los demás. Agradezco a quienes me acompañaron en este viaje por su paciencia, tolerancia y enseñanza de nuestra institución, de la vida y de mí misma; a quienes contribuyeron a construir un frágil espacio habitado desde la palabra, delicadamente desde las ideas y satisfactoriamente desde la acción. Ahora, como docente, y con el poder personal de generar nuevos proyectos, integro lo vivido.

Referencias:

• Real Academia Española – RAE. Diccionario de la lengua española. Recuperado el 28 de abril de 2021. Disponible en: https://dle.rae.es/tecn%C3%B3crata?m=form