“Mujeres de Grandes Lecciones”

Una mirada desde la ruralidad

No conozco las estadísticas y no creo que las haya, pero estoy segura de que es un porcentaje muy bajo el de los y las profesionales que, a pesar de haber estudiado carreras del sector agropecuario, viven en el campo. Esto me ha llevado muchas veces a preguntarme sobre nuestro verdadero impacto en su desarrollo; ¿cuál puede ser? Si nuestro rol se limita a visitas periódicas, a conocer de manera tangencial una realidad y regresarnos a vivir en las grandes ciudades (es decir, si trabajamos en el campo con la mentalidad y el sentir de un citadino).

Yo también lo hice, en ese entonces me declaraba conocedora de la problemática del campo y del campesino mismo, pero al llegar a vivir como una campesina más entendí cuán lejos estaba de la realidad.

Cuando se vive de lleno en una vereda, se entiende realmente cómo es de difícil la vida de nuestros campesinos y campesinas donde la luz (cuando la hay) se puede ir hasta por 8 días o más, donde las vías de acceso son intransitables en invierno y donde no hay agua potable. Cuando se siente impotencia al ver que los vecinos, luego de meses de trabajo para sacar una cosecha a la una de la mañana así esté lloviendo torrencialmente, no reciben un pago justo y se ve en sus caras la tristeza y la decepción; en este momento sí creo que se puede hablar de conocer la realidad del campo: cuando esas circunstancias (que son de alguna manera conocidas por todos) tienen nombres, apellidos y afectos.

Un aspecto muy importante a considerar es que nosotras, las mujeres profesionales del sector, al llegar a una comunidad campesina donde aún prevalecen muchos rasgos de machismo, logramos crear un impacto muy grande al generar empleo para otras mujeres, lo cual les permite reconocer su gran valor y elevar su autoestima, puesto que se sienten respaldadas y con cierto orgullo de género por el hecho de que sea una mujer la que da empleo a sus esposos y a ellas mismas.

No obstante lo anterior, nosotras también somos víctimas de este machismo en los diferentes ámbitos en los que interactuamos con los hombres campesinos cuando trabajan para nosotras; por ejemplo, se les hace muy difícil acatar las directrices de una mujer y, si a esto le sumamos el hecho de vivir solas, nos vemos expuestas a escuchar todo tipo de propuestas encaminadas a nuestra supuesta necesidad de tener “hombre que nos respalde”.

Sin embargo, al reflexionar sobre el impacto que han dejado estos años en el campo en mi vida, lo primero que reconozco es que en el día a día están presentes el valor de la solidaridad y el sentido de comunidad que ya no se encuentran en las ciudades, que se viven en medio de la sencillez, humildad y el afecto.

Por otra parte (y siendo esto lo más importante), vivir en el campo me ha permitido desarrollar un proyecto de vida en armonía con el ambiente, ejerciendo una profesión que amo, produciendo huevos ecológicamente y enseñando lo aprendido en todos estos años mediante el desarrollo de una escuela virtual y presencial, pues he tenido la fortuna de recibir estudiantes de Facultades de Medicina Veterinaria y Zootecnia de diferentes universidades, así como el poder desarrollar procesos de investigación en Nutrición Alternativa.

Imagen: Carmenza Flórez en Finca San Francisco de producción Agroecológica. Fuente: Carmenza Flórez, archivo personal.