“La Resiliencia, una Herramienta para Construir Cambio”

A LOS RECIÉN GRADUADOS…

Mi último año de pregrado estuvo acompañado de dos temores que seguramente experimentan cientos de estudiantes y recién graduados, y que resumiría en dos elementos; uno asociado a la incertidumbre sobre «¿qué hacer inmediatamente después de terminar la carrera?», y el otro, relacionado con la proyección profesional, porque me preguntaba si sería capaz de desempeñarme en aquello en lo que me había formado. Cuando mi directora de tesis me sugirió que aplicara a la maestría y continuara el trabajo de investigación que estábamos desarrollando, sentí como si hubiera comprado algo de tiempo para afrontar mis miedos más tarde.

Efectivamente, dos años después, la incertidumbre sobre mi futuro emergió con más fuerza en medio de historias de colegas que decían que era difícil conseguir trabajo, y aún más para mí porque «justo se me había ocurrido escoger una maestría en investigación básica en psicología». Consideraba que mis oportunidades laborales estaban prácticamente limitadas al sector académico, y que era imposible acceder a estas en las universidades con alta inversión en investigación porque se exige formación doctoral para contratar a los investigadores como docentes de planta; o pensaba que mi trabajo iba a ser mal retribuido en muchas otras universidades, dada su alta carga o mala distribución de actividades en docencia, extensión, y gestión administrativa, con pocas oportunidades de desarrollar investigación.

Meses antes de sustentar mi tesis ya me habían entrevistado en algunas universidades, y una de ellas me contrató la semana siguiente de mi sustentación. En esta universidad me permitieron ser docente de las cátedras que mejor coincidían con mi formación académica, pude desarrollar proyectos de investigación en los que puse en práctica varias competencias adquiridas durante el pregrado y la maestría, y coordiné diversas actividades de gestión que contribuyeron a visibilizar la importancia de hacer investigación básica en psicología. Hoy vivo en Países Bajos, exclusivamente dedicada a mi tesis doctoral, gracias a una beca para hacer doctorado en el exterior, complementada con una beca recibida del instituto donde estoy desarrollando mi programa doctoral.

Si bien esta historia podría ser interpretada como la narración de una egresada que tuvo buena suerte o que estuvo en el lugar preciso en el momento indicado, considero que estas afirmaciones son tramposas. Primero, porque impiden que uno haga un ejercicio (justo, no pretencioso) de reconocimiento sobre los esfuerzos hechos durante la formación universitaria y los frutos que de ellos recoge. Segundo, porque puede llevar a que los recién graduados atribuyan lo que les ocurre en su vida profesional, casi que exclusivamente, a causas externas, con el consecuente riesgo de no reconocer lo que sí está bajo su control referente a su desarrollo profesional, y actuar en consecuencia.

Con esto no estoy negando una serie de graves problemas estructurales en el país frente a las oportunidades laborales de quienes han decidido formarse a nivel universitario; lo que pretendo señalar es que las oportunidades profesionales que se me han dado a mí y a egresados de diversas carreras con quienes he trabajado o sigo en contacto, han sucedido porque en medio de la escasez de oportunidades, contamos con competencias que no solo nos hacen apetecidos en diversos escenarios laborales, sino que nos hacen innovadores y potenciales creadores de empresa. Si algún estudiante de último año o recién graduado está leyendo este escrito, me gustaría decirle que, si bien sus miedos sobre el futuro están más que justificados frente a estos tiempos —especialmente convulsos en Colombia—, ser egresado de la Universidad Nacional de Colombia le hace potencialmente atractivo y competente a nivel nacional e internacional. ¡Ánimo, y recuerde llevar con orgullo y máxima responsabilidad semejante reconocimiento social!