“La Resiliencia, una Herramienta para Construir Cambio”

LA RESILIENCIA COMO RESPONSABILIDAD SOCIAL, NO INDIVIDUAL

El presente artículo busca dar una mirada crítica al concepto de resiliencia, al destacar los peligros de considerarla un deber ser de las personas «bien adaptadas». Teniendo como punto de partida la experiencia profesional propia, y desde una perspectiva poco crédula de la psicología positiva, consideramos peligroso romantizar la resiliencia como una cualidad de los individuos y no como proyecto grupal, social y político.

En la práctica clínica de la psicología, es frecuente encontrar personas que luego de sufrir cualquier tipo de violencia, buscan ayuda en familiares, amigos, pareja o diversas entidades, y se estrellan con juicios del tipo «¿Por qué no dijo nada antes?», «Eso pasó hace mucho tiempo, ya debería haberlo superado», «Deje así, hay que perdonar y olvidar». Estas ideas promueven la «resiliencia», entendida como resignación: borrar el agravio o guardarse el malestar, ocultar que la experiencia es profundamente dolorosa y se requiere reparación de algún tipo, bajo la premisa de «No vale la pena recordar cosas malas y amargarse la vida».

Desde este punto de vista, se invisibiliza el sufrimiento de las víctimas, que en la intimidad de la práctica psicológica revelan secuelas de un profundo dolor, ideas intrusivas y desesperanza aprendida, frente a una situación o evento que los ha dañado. Ellos tienen que lidiar a diario con lo sucedido y ver cómo —sistemáticamente— todo el mundo a su alrededor ha invalidado sus sentimientos, su rabia y, les queda la sensación de que no valen lo suficiente como para desear justicia o reparación.

La cultura de ocultar y evitar lo que nos incomoda es irrespetuosa con las víctimas, tolera e incentiva el maltrato, dejando en las personas una responsabilidad absoluta por su bienestar, imponiendo la «resiliencia» como ideal, y acusando de debilidad de carácter a quienes no se acomodan a ese esquema. Este discurso es peligroso, pues al final del día aplaude la negligencia de la sociedad y las instituciones alrededor de la víctima, perpetuando las condiciones que originaron el evento negativo y convirtiéndose en un agresor más.

La resiliencia bien entendida debe ser una propuesta comunitaria en la cual la sociedad se preocupa por quienes la componen y el sistema responde a las necesidades de sus ciudadanos. Ante una situación adversa, la resiliencia será más factible en la medida que los diferentes mecanismos de protección y restauración social se activen en pro de cuidar a la persona y no se excusen en la capacidad adaptativa del individuo para perpetuar el abandono estatal.

La verdadera resiliencia se crea en el marco de la dignidad humana, donde el sistema se preocupa por restablecer los derechos de las personas y dar garantías de justicia y reparación. Socialmente, es necesario cambiar el discurso perezoso y falto de ética que acalla porque «Es muy incómodo hablar de eso»; y más bien, promover la empatía, apoyo y respeto por el otro. Es entonces, cuando tenemos un ambiente que promueve la resiliencia y un individuo afectado cuenta con las herramientas necesarias para reelaborar su malestar y seguir adelante de forma íntegra, de forma humana.