“La Resiliencia, una Herramienta para Construir Cambio”

AGUA, SANACIÓN PARA EL ESPÍRITU

28/01/2021 suena el teléfono: Queremos informarle que la compañía ha decidido dar por terminado su contrato laboral de manera unilateral.

No bastaba ya con la tragedia mundial, el virus que estaba matando miles de personas; con tener que vivir en constante miedo ante la simple tos de un familiar (al que algo se le fue por el camino viejo), porque pensábamos que estaba contagiado y corría riesgo de morir; con saber que la economía nacional se estaba desplomando fruto de cuarentenas y aislamientos. Ahora la tragedia estaba en mi propia casa.

Sin pensar en otra cosa diferente a «¿qué voy a hacer ahora?». Mi mundo se desplomó.

No valió la compañía y las palabras de mi familia, no pude evitar romper en llanto hora tras hora, lloré desconsoladamente y mi cabeza daba vueltas; todos reunidos en torno a mí, pero yo no los escuchaba porque solo deseaba que fuera una pesadilla de la que iba a despertar e iba a continuar empleada en esta compañía fabulosa en la que había estado por casi 10 años, y gracias a eso logré disfrutar de varias comodidades. Pero no, no era una pesadilla, era mi realidad, estaba desempleada. Esa compañía por la que trabajé arduamente tantos años, sin titubear me dijo adiós.

Mis ojos ya no se veían en mi rostro, las lágrimas, por más de 7 horas continuas, me inflamaron tanto que se me dificultaba ver y hasta hablar, porque lloriqueaba como un bebé. Así que opté por darme un baño nuevamente, para ver si el correr del agua me desinflamaba un poco la cara, y supuse que con maquillaje ocultaría la mañana de dolor que había tenido.

Dicen que el agua es sanadora, es más, se sabe que el mundo sin agua no podría ser, y que más de dos terceras partes de nuestro cuerpo están conformadas por agua. Seguramente que todo eso fue lo que me hizo pensar tantas cosas cuando estuve en la ducha por casi media hora, que más allá del derroche de agua, fue sanador para mi espíritu.

En esos momentos, pensé en tantas familias a las que la COVID-19 les había arrebatado una o varias personas; pensé en la gente que había destinado sus ahorros para montar una empresa y habían quebrado; pensé en las personas que habían perdido su hogar y en las que ni siquiera tenían un plato de comida para ofrecer a sus familias; pero sobre todo, pensé en tantas personas a las que esta pandemia les generó muchos problemas que no soportaron, y optaron por quitarse la vida ante la desesperación.

Ahí, en ese punto, mis pensamientos dieron un giro dramático; pensé lo afortunada que era por haber trabajado tantos años en esa empresa ganando experiencia; pensé que aunque me habían despedido, había logrado construir un currículum impecable y apetecible para muchas otras compañías; pensé que en muchas ocasiones me había quejado del cansancio y, finalmente me habían dado la oportunidad de descansar; pero sobre todo, pensé en que yo soy un ejemplo para mis hijos y el mensaje que quería darles no era que me iba a morir por un despido. Así que, con la berraquera que nos caracteriza a las mujeres colombianas, a partir de ese momento, decidí no derramar una lágrima más y tomar lo que me había pasado como la mejor opción, no solo para mí sino también para mi familia. Salí muy sonriente del baño y con una voz fuerte, pero calmada, pronuncié: Hasta aquí fue este duelo.

No se alcanzan a imaginar la mirada de mi esposo…