Educación sobre la educación
Por: Diego Andrés Toca Bermeo
Licenciado en Filología e idiomas – Inglés, Universidad Nacional de Colombia
datocab@unal.edu.co
Hace casi tres años vivo en Corea del Sur, aproximadamente, dos años en Seúl, la capital, donde estudio una maestría en Educación Global y Cooperación. En mi Facultad siempre me preguntan, ¿qué motiva a un colombiano a venir a estudiar una maestría en educación a Corea? La respuesta es larga. Me gradué de Filología Inglesa en julio de 2013. Desde que era estudiante enseñé español a extranjeros y cuando me gradué, enseñé inglés en tutorías, en un colegio y en los cursos de extensión de nuestra Universidad. Como estudiante, hice una pasantía en el ICFES y después trabajé allí también durante un año en el área de lenguaje. Estas experiencias, aunque cortas, fueron significativas y me dieron una perspectiva nueva sobre la realidad de la educación en Colombia. En diciembre de 2013, mientras preparaba mi aplicación para la maestría, Armando Montenegro publicó una columna sobre el desastre educativo en Colombia donde concluía que, a pesar del desastre, había esperanza. Ese día incluí como argumento en la aplicación para la maestría que la educación es ciertamente una decisión política y que debe ser una prioridad de todos: de los políticos y de los ciudadanos.
No hay que ser un experto para darse cuenta de que la educación en Colombia sufre muchos problemas; no hay que ser un experto para saber que la educación es fundamental para el desarrollo de un país; que es el motor del desarrollo humano y económico de un país. Hace 50 años, Corea era uno de los países más pobres y hoy, la décimo segunda economía más grande del mundo. Su secreto, inversión en educación (aunque hay que admitir que no todos los coreanos están satisfechos con su sistema educativo pues es extremadamente competitivo). Pero, ¿y si tuviéramos un mejor sistema educativo en Colombia?, me pregunta el profesor Yoo sin inmutarse. ¡Vaya, vaya! si tuviéramos una mejor educación en Colombia nuestro país sería muy distinto. Tendríamos una verdadera democracia; ciudadanos informados, participativos; mentes creativas que construyan y no que destruyan; ‘malicia indígena’ aplicada en las ciencias y las artes; menos pobreza y más justicia social. ¡Vaya, vaya!, y si supiéramos del importante rol de la educación en el post-conflicto y la construcción de tejido social.
En la maestría, han sido cuatro semestres de intensa lectura para entender la intrínseca relación entre educación, desarrollo, democracia, justicia. Sí acá en Corea, y en otras partes, la educación es el motor de las sociedades, ¿por qué en Colombia no?, ¿qué nos hace falta? Tal vez hace falta más educación sobre el rol de la educación, y que todo ello se refleje en una ética que permita el bienestar colectivo. Opino que necesitamos voluntad política así como voluntad individual. Los egresados de la Universidad Nacional tenemos una gran responsabilidad; puesto que, si uno lee con cuidado, “Universidad Nacional” significa universidad del país y para el país.
Nuestra contribución consiste en que, cualquiera sea nuestro campo de conocimiento, debemos ejercerlo con orgullo y sin arrogancia, siempre con honestidad y con profesionalismo. Si algún egresado tiene un cargo de poder, es su deber ejercerlo pensando en el beneficio general. Debemos convencernos de que nuestra actitud crítica debe reflejarse en nuestros propios actos y que debemos ser ejemplo de lo mejor y no de lo peor. Fundamentalmente, debemos convencernos a nosotros mismos y, después, a los demás, de que la inversión en educación sí vale la pena, de que ese esfuerzo sí tiene sentido porque decide el futuro en muchos aspectos de nuestras vidas, y de que indudablemente, la educación tiene el poder de transformar nuestra sociedad.
Bibliografía
Montenegro, A. (2013, diciembre 07). Desastre educativo. En: El Espectador. Recuperado de: http://www.elespectador.com/opinion/desastre-educativo-columna-462830