FORMACIÓN INTEGRAL EN LA EDUCACIÓN SUPERIOR
Por:
Cixi Casas Pinzón
Psicóloga, Universidad Nacional de Colombia
ccasasp@unal.edu.co
Nicolás Londoño Bernal
Psicólogo, Universidad Nacional de Colombia
nilondonobe@unal.edu.co
Javier Salamanca Díaz
Psicólogo, Universidad Nacional de Colombia
jsalamancad@unal.edu.co
El presente texto tiene por objetivo relatar una experiencia académico-investigativa, que tuvo lugar en la Universidad Nacional de Colombia como proyecto de investigación en el área educativa y de la cual tuvimos la fortuna de hacer parte. Como estudiantes de Psicología en esta Universidad, mientras aprendíamos sobre el humano, sus dinámicas y procesos, vivenciamos, de primera mano, el estilo educativo de la universidad de hoy. A pesar de la importancia y riqueza de los contenidos transmitidos durante la carrera, sentíamos que algo faltaba; que ese conocimiento se presentaba desconectado de otros factores; que quedaba en deuda con la complejidad humana y, sobre todo, sentimos que se permite una formación de espalda a la realidad colombiana.
Hacia el final de nuestro pregrado, tuvimos la oportunidad de vincularnos al Proyecto “Fortalecimiento de la Actitud investigativa y la Aptitud Investigadora en el Aula”, el cual abogaba por la Educación como Formación Integral en coherencia con lo propuesto desde hace 26 años en la Constitución Política de Colombia. En esta propuesta, se denunciaba que la educación actual es fraccionada; que se separa al sujeto de su experiencia, de su motivación y de su potencial, priorizando la transmisión y repetición de información; todo esto en detrimento del Ser y su capacidad creadora, única e irrepetible.
Este proyecto fue posible gracias a la iniciativa de la vicerrectora de investigación, Dolly Montoya, y a los investigadores Marta Nalus Feres y Luis Eduardo Gutiérrez, quienes, entre 2014 y 2016, ejecutaron la prueba piloto en la sede Medellín, con la participación de seis profesores. Los docentes vinculados al proyecto trabajaron bajo la modalidad de Seminario Investigativo, donde (con la orientación de los investigadores) crearon un espacio de reflexión en torno a la educación como Formación Integral y lo que esta implica; finalmente, cada participante hizo una propuesta pedagógica innovadora y la aplicó a los cursos que tenía a cargo, con muy buena recepción por parte de los estudiantes.
De forma paralela, en la sede Bogotá, se conformó el Seminario de Estudiantes (en el que participamos incluso siendo egresados). Este espacio transformó la forma de relacionarnos con el saber y con nosotros mismos. Reflexionamos acerca de la actitud investigativa y cómo esta influye en la manera en que se enseña y aprende la ciencia, ya que, dependiendo de la perspectiva que se tenga de educación, se transmiten o no ciertos valores. Empero, la naturaleza de la acción de educar (del Latín Ex-ducere) es sacar afuera aquello que está adentro, lo cual implica respetar la existencia de lo que está adentro y permitir que esto aflore en el aula. Esto es contrario a una educación centrada en el saber acumulado y en su repetición por parte de los estudiantes, pues se asume que el estudiante es un vaso vacío el cual hay que llenar.
En este sentido, se cuestiona la forma tradicional de evaluar el proceso de aprendizaje, debido a que, a través de una calificación numérica, se categoriza al estudiante como “bueno” o “malo” cuando un juicio exterior no puede hablar de un proceso de aprendizaje subjetivo ni de la calidad del mismo. Así, la autoevaluación permanente se convierte en un instrumento que complementa el acto pedagógico al hablar, no solo de la capacidad de repetición, sino del compromiso, desarrollo y evolución del estudiante como protagonista de su formación. De esta manera, es como se enseña y practica la autonomía; no como acto de libertinaje sino como un principio de respeto, responsabilidad y compromiso con la academia y la sociedad.
Se espera publicar el contenido y resultados de este trabajo en el transcurso del año 2017.