“Paz, Reconciliación y Justicia Transicional: pequeñas acciones, resultados globales”

EL ARTE EN LA RECUPERACIÓN DE MEMORIA PARA CAMINAR EL SENDERO DE LA RECONCILIACIÓN

Figura 1
Dibujo de la obra Silencio, año 2002

La guerra te deja sin palabras, las cosas vividas en ella no pueden expresarse sin que se destroce el corazón una y mil veces. La palabra se atasca en la garganta mientras el dolor se apodera del cuerpo. Sin embargo, es necesario hablar de lo vivido, expresarlo y sacarlo de adentro para poder continuar en la vida y hacer memoria para no repetir, para contar lo incontable y transformar una sociedad enferma.

Colombia lleva décadas inmersa en un conflicto armado con muchas aristas que lo complejizan, dejando millones de víctimas, familias enteras y generaciones que comparten el dolor, la rabia y la impotencia de una violencia sin sentido que se apoderó del país.

Hace ya más de una década me empecé a preguntar qué hacer para aportar al cambio desde mi lugar de artista en un país con tanto dolor, desesperanza y apatía, sobre todo en las generaciones más jóvenes. Así, encontré que los lenguajes expresivos son un refugio para poder, precisamente, expresar lo que genera esta situación interminable y se convierten en el camino de resignificación de la herida profunda que deja la violencia.

En contraposición a la guerra que fomenta el olvido y calla toda forma de expresión, el arte rompe el silencio y se convierte en una acción dignificante en la que las víctimas de conflicto armado pueden contar su verdad y hacer memoria, valorando su relato y enalteciendo sus formas de afrontamiento y tenacidad. Además de hacer procesos de metaforización de lo vivido, puesto que el arte permite la expresión de la vivencia y la reflexión de esta, para crear una versión propia y sublimar el dolor desde el lenguaje simbólico.

Por lo anterior, el tener un espacio para dialogar sobre los sucesos de la guerra aporta al desarrollo de una narrativa individual, en diálogo con la narrativa colectiva y la versión oficial, generando una recuperación de memoria desde la misma víctima que le deja clasificar y ordenar la experiencia, convirtiéndose en sí misma en una acción de resistencia.

Figura 2
Collage de la obra Silencio, año 2002

El arte tiene la ventaja de permitir que nos adentremos en los laberintos de la emocionalidad, expresarla y vivir una catarsis; abre un camino de sublimación para empoderar a la persona victimizada y que pueda crear su propia versión simbólica de lo vivido, entregándole de nuevo su voz para gritar su testimonio.

El proceso creativo se convierte en una meditación desde la memoria para la resistencia del momento presente y esto constituye los cimientos para la construcción de un futuro que reconozca el pasado para la no repetición de los hechos.

Por otra parte, todas las creaciones que se construyen dentro del acompañamiento a las víctimas desde el arte no solamente ayudan a la víctima a expresarse y hacer una resignificación, sino que, al exponerse en público, genera además una empatía que transforma también al observador. Este público pasivo que se pudo haber acostumbrado a la guerra e incluso la ha podido justificar, al observar el dolor que genera, se acerca a la víctima y comprende la necesidad de la paz y la reconciliación en un país tan lleno de dolor.

Desde la reflexión que generan los lenguajes simbólicos, se puede llegar a transformar una cultura, permitiendo diálogos intergeneracionales e interculturales que reconozcan diferentes opiniones de la realidad, reconociendo la diversidad de vivencias en la violencia y su impacto a nivel individual y colectivo. Estos espacios son necesarios y aportan en el gran cambio que ya inició para pasar de una cultura de guerra a una cultura de paz y reconciliación.

Bibliografía

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