“Habilidades Blandas en el Ejercicio de la Profesión"

Las habilidades blandas son la fortaleza en el egresado UNAL

Siempre me pregunté por qué no teníamos en nuestros pensum académicos algo relacionado con las habilidades blandas (aquellas que buscan generar un pensamiento crítico, resolver de una forma equitativa los problemas de la vida cotidiana, tomar decisiones estratégicas y las de adaptación frente a las nuevas realidades) las cuales tratan diferentes temas ahora muy de moda, y me di cuenta que desde el mismo día de la inducción, que nuestros maestros nos las inculcaron a la par de las materias, enseñanzas, y el ejemplo que daban.

Con el paso de los semestres, materias, contextos, conferencias, seminarios y cátedras, comprendí algo revelador para mí y mis compañeros: con inteligencia cada uno puede lograr lo que se proponga, la mente es poderosa, y al ser tan críticos podíamos arriesgarnos a ser excluidos de sectores o segmentos donde no es permitida la divergencia, sin embargo, esto último no importó.

Nos decían: un estudiante de la Universidad Nacional dista mucho del de otra universidad, en valores, competencias y habilidades. Pero en lo que más me quedaba pensando era cuando decían que nunca trabajaríamos en grupo, aspecto que, en parte, es cierto en el sentido que las inteligencias múltiples no tienden a asociarse. Más la realidad superaba las expectativas al ver todo el tiempo, dentro y fuera de las aulas, la formación redes académicas, de apoyo a los vulnerables, de integración deportiva o de camarería hacia nuestros gustos en el tiempo libre.

Podíamos ser líderes de todo lo que nos propusiéramos. En mi caso, un muchacho que en el colegio sacaba las peores notas en educación física, en su tiempo libre al interior de la universidad llegó a jugar banquitas, fútbol, voleibol y cuanto deporte se presentara sin problema, paso a liderar grupos de caminatas, de aprovechamiento cultural, a gestionar miles de proyectos, a la par que hacía parte de nacientes semilleros con el solo deseo de aprender más, de compartir más en esa diversidad cultural que posee nuestro país.

El ver las diferentes realidades de mis compañeros, me ayudaba a contextualizar necesidades, anhelos y esperanzas colectivas, de diversa índole. Ahí la resiliencia estaba presente, cuando veía al compañero que no tenía recursos para llegar en trasporte a la universidad y era de los mejores de la clase, o el que tenía que trabajar en la noche para completar lo de su habitación o fotocopias, eran ejemplo de la fortaleza de la que nos estábamos haciendo.

La pinta era lo de menos en un mundo de saberes, experiencias y realidades diversas, en el que perfectamente podía coincidir en la plaza central una procesión de la Legión de María con una marcha Maoísta de banderas rojas, y se daba en un marco de respeto mutuo por la diversidad y culturalidad que muchas veces no vimos en nuestros pueblos, colegios o familias.

En los días previos a nuestras graduaciones vimos cómo se exacerbaba el sentimiento de nostalgia por dejar la Universidad, y al mismo tiempo, vimos la solidaridad cuando un compañero ayudaba a otro a ubicarse en un ambiente laboral para continuar realizando sus sueños, y como el agradecimiento se convertía en algo fundamental en nuestras vidas.

Hoy vemos en el desempeño profesional como aumentan las redes de apoyo entre egresados. Se refuerzan las asociaciones de egresados, quienes hacen sinergia con dependencias de la Universidad, y de la mano se fortalecen y proyectan a futuro con miles de proyectos. De acuerdo con mi experiencia laboral veo que los índices de empleabilidad de los egresados Unal aumentan en los altos cargos del sector público y privado, impulsando todo por el sueño de un mejor país.