“Habilidades Blandas en el Ejercicio de la Profesión"

Competencias blandas como egresado de la carrera de filosofía

“A partir de ahora estarás pescando hombres”
(LUC. 5:10).

A mitad del 2010 tuve la oportunidad de graduarme de la carrera de Filosofía en la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Con la expectativa de usar en la práctica lo que había aprendido, pude conseguir un primer trabajo en una institución educativa en la Localidad de Suba. Lo que no sabía para ese entonces eran las consecuencias de no tener de base una licenciatura, esto es, una formación académica en menesteres pedagógicos y didácticos.

Mi primer día allí, el rector del colegio usó una expresión, algo así como “entra al ruedo”, para abrirme las puertas a los salones de clase y así poder interactuar con los estudiantes. Hoy, 13 años después de esa primera experiencia, recuerdo vívidamente las dificultades que tuve que enfrentar simplemente por no tener manejo de grupo. Las clases que desarrollaba eran un caos total. Tocaba gritar, llamar la atención, desesperarme al ser ignorado por unos adolescentes que no me veían como una figura de autoridad. Sin darme cuenta, este fue el escenario que me permitió reconocer la necesidad de apropiarme, lo quisiera o no, de las habilidades blandas en tanto herramientas útiles para gestionar un proceso educativo. Entendí que la autoridad se ganaba con la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. En otras palabras, tenía que cuidar lo que decía. Una comunicación asertiva permitía dar un mensaje de manera clara y directa, evitando ser impositivo o pasivo. Asimismo, fui consciente que ante el mundo cambiante de los jóvenes uno tiene que ser resiliente, no se puede esperar que cada sesión de clase se desenvuelva de la misma manera. Un martes a la tercera hora la misma actividad puede ser todo un éxito con el curso 1001, pero no con 1002; puede que el lunes uno logre conectarse con todos estudiantes, teniendo la convicción de que se está haciendo algo para mejorar este mundo, sin embargo, al día siguiente uno cree que perdió el tiempo y solamente quiere llegar a la casa. Cada día y cada clase la interacción con los grupos es un reto patente y constante, que me ha llevado a reconocer que debo ser flexible, sin pretender tener siempre el control de todo.

Por otro lado, ya es claro para mí que es más importante el trabajo en equipo que la competencia. Así, es mucho más potente sacar adelante un proyecto en el colegio cuando trabajo en llave con mis pares académicos, con mis colegas docentes que cuando lo hago solo, pues no debemos ser islas desconectadas del mundo. Con los estudiantes es verdaderamente enriquecedor cuando ellos, en sus propios equipos de trabajo, se autogestionan y se les da responsabilidades. Pero uno de los aprendizajes que más me ha nutrido en los más de 10 años ejerciendo mi carrera de filosofía, ha sido reconocer que uno tiene que ser empático. Uno no puede llegar a enseñar como si estuviera tratando con máquinas, con objetos inanimados, con un simple ente. No. Interactuar con seres humanos me ha exigido ser empático, ponerme en los zapatos de los demás, reconocer que uno puede ser la voz que los puede escuchar, la mano que los puede ayudar a levantar, la sonrisa que les puede paliar su dolor, el pañuelo para secarles sus lágrimas. Los docentes sentimos de verdad. Eso nunca lo podrá hacer la inteligencia artificial. Se podría decir, a manera de cierre, que las habilidades blandas no se pueden programar, solamente desarrollar a través de experiencias auténticas.