“Egresados en el Exterior"

Ilustrando la cultura latinoamericana en la Universidad de Teherán a través del cine

El enigmático Oriente Medio, un nombre que desde hace eones ha estado en boca de todos y que con solo pensarlo remite a lo lejano y a las extrañas costumbres religiosas que práctica; sumado a cientos de años en los que han ocurrido impactantes guerras que han definido el carácter de sus habitantes. Esta visión hasta el día de hoy sigue vigente gracias a los más recientes conflictos entre la ‘tierra santa’: los enfrentamientos entre el Estado de Israel y la franja palestina de Gaza, y otras luchas de otros actores de la región, como lo son Líbano, Siria, Iraq e Irán, etc.

La República Islámica de Irán, nombre que adoptó desde 1980 con la llegada de los ayatolás al poder, deja atrás el legado milenario ―de la monarquía persa, de personajes ilustres para la historia de la humanidad como Ciro el Grande, Darío, Xerjes y de dinastías como la Zand o la más reciente antes de la revolución, la Pahlavi― que puso a la nación iraní en el top de las naciones más respetadas e ilustradas de la región del oriente medio y del mundo.

De esa grandeza de aquellos años ya no queda mucho por dos razones: la primera por la conversión de esta nación a una ‘república islámica’ regida bajo las normas de la Sharía (sumándose así a otros países de corte islámico, como su contrincante regional Arabia Saudita); y segundo es por la mala propaganda, propiciada claro está desde occidente, que hacía notar que el país se había convertido en un nido de terroristas islamistas con costumbres arcaicas; pero, nada más lejano de la realidad, Irán sigue siendo un país de personas amables, amistosas y muy inteligentes, capaz de adaptarse a las adversidades del lenguaje y la comunicación a pesar de las sanciones económicas que tiene hoy en día.

Lo anterior lo pude constatar realizando mi estancia de investigación por un año en Teherán, una ciudad capital bastante cosmopolita y avanzada, que por momentos me recordaba a una Bogotá ideal. Entre su clima y las montañas que colindan la ciudad, entre el agite del ritmo y el tráfico, entre la oferta cultural y los cientos de cafeterías intelectuales que existen, y entre ese caos y tranquilidad en el que uno se perdía entre varios puntos cardinales de la ciudad fue que me fui olvidando de Bogotá. De hecho, encontré mi refugio en la Universidad de Teherán, una de las más antiguas, fundada por Reza Shah, primer rey Pahlavi. Él permitió la modernización del país y es considerado el padre de la Irán Moderna; entre las preocupaciones del monarca estaba el posicionamiento de una universidad de élite mundial y no escatimó en gastos para que así fuera. Siendo así, pude contrastar esta universidad con la nuestra, la Nacional; era como estar allí, solo que en una seccional del oriente.

Esta estancia de investigación fue permitida gracias a mi paso por la maestría en Historia y por mi pregrado en Cine y TV. Fue justo en el pregrado donde realicé un corto viaje a esa ciudad como invitado del Teheran International Short Films, que me interesé por regresar y conocer más sobre este país, y así lo hice.

Navegando entre los cafetines de Teherán, lugar donde establecía diálogos en español, fue que pude conocer a un estudiante del programa de Literatura Hispánica de la Universidad de Teherán, quien no dudó en recomendarme con las directivas de allí. Razón por la cual, días después, me contactaron con la atractiva propuesta de crear y enseñar un curso sobre Cine Latinoamericano. No dudé en aceptar, sabía lo interesante y prometedor que sería impartir clases en esta prestigiosa universidad, y con plena libertad de catedra, aun a sabiendas de algunas restricciones que podría tener, decidí planear el curso en el último trimestre del año.

Finalmente, en el curso mostré cintas provenientes de Argentina, México, Centroamérica, Chile y por supuesto Colombia; lo interesante de estas clases es que se hicieron íntegramente en español y todos sus estudiantes, amantes de la cultura en lengua española, sabían y entendían bien el idioma. Las clases eran ofrecidas desde el programa de Literatura Hispánica en conjunto con la maestría de Estudios Latinoamericanos y de España, adscrita a la Facultad del Mundo. El cariño y la dedicación que encontré con los estudiantes fue cálido y amistoso. Mi despedida del curso fue un éxito y con todos los honores, ya que su directora Maryam Haghrusta, quien posee un doctorado en la Universidad de la Habana Cuba, logró entender perfectamente el contexto de lo que conlleva ser un latinoamericano, en este caso yo, un colombiano en la lejana Teherán.

Hoy, escribo estas líneas donde la coincidencia trae a colación el día del maestro, pues quiero dar a conocer acerca de cómo la enseñanza se ha convertido en un asunto transnacional sin ningún tipo de frontera o restricciones, donde el conocimiento es abierto para todos.

Imagen 1. Mi curso en pleno

Nota. A mi lado izquierdo, en la imagen, la directora del Centro de Estudios Hispánicos, la Dra. Maryam Haghrusta

 

Imagen 2. El salón de clases en la Universidad de Teherán

 

Imagen 3. Reconocimiento a mi labor como docente invitado en este prestigioso claustro