Dinámicas de Trabajo en la "Nueva Normalidad" - Retos y Oportunidades

Dinámicas de no-trabajo en la "nueva normalidad"

El tema que me dispongo a abordar no nació en marzo con el confinamiento, ni en agosto con la «nueva normalidad», sino que lleva años haciendo de la vida profesional un ámbito al que muchos de nosotros, siendo aún estudiantes, no tenemos prisa por entrar.

Hace una semana perdí el trabajo que conseguí antes de graduarme. Aunque recibía mi salario puntualmente y este era más que aceptable para un recién graduado, trabajaba para una empresa muy grande, en donde mis once semestres de estudio quedaban reducidos al seguimiento de un protocolo tan simple que bastaba nimia concentración para realizarlo. Asimismo, en marzo comencé a trabajar desde casa y ello supuso una reducción funesta de las interacciones sociales, con lo cual mis labores se tornaron aún más monótonas en medio de un horario estricto, que no dejaba espacio para nada afín a la imaginación.

Hasta hace una semana, yo era otro profesional trabajando como agente bilingüe en un call center (a-gente, que no es gente). Así es, un egresado UN en un call center porque fue lo mejor que pudo tener durante casi año y medio. ¿Lo mejor en qué sentido?, bueno, en el único que interesa a la hora de mantenerse a sí mismo: el económico.

Entonces me pregunto: ¿por qué y para qué se educan miles de profesionales en un país que no le apuesta nada al saber, en el que lo más determinante a la hora de conseguir trabajo es conocer a la persona indicada y en donde todavía se cree ampliamente que las Ciencias Sociales y las Artes no sirven para nada? Considero que parte del problema concierne, si acaso no estrictamente a la academia, sí a la universidad como institución. Lastimosamente, no encontré entre las misiones de la UN nada sobre la introducción de sus profesionales al mercado laboral del país.

Nos encontramos en una época terrible para los recién graduados: las ofertas laborales son escasas y mal pagas y, a la hora de la verdad, no requieren que uno haya pasado cuatro, cinco o más años preparándose para desempeñarlas. Sin embargo, la educación superior marcha hacia delante con el impulso de un tren que lleva décadas sobre rieles, sin importarle cuál será la consumación de su movimiento. Ojalá el contexto actual, que no se cansa de enseñarnos y exigirnos, también sirviera para estudiar esta cuestión con la seriedad que se merece.

Por otro lado, el desempleo es grave porque uno queda excluido del sistema económico y también del intercambio continuo por el cual los seres humanos construimos la cultura día a día. Los días pasan de manera abrumadora, a velocidad de jet y, al mismo tiempo, cargados con la pesadez de no saber. Además, una pésima y generalizada práctica de reclutamiento, consistente en no informar a los aspirantes sobre los procesos de selección, empuja al desempleado/a hacia un lugar plagado de pensamientos negativos en donde las alternativas son escasas.

Sé de gente que ha conseguido trabajo en medio de la coyuntura, sé que la clave está en no rendirse y perseverar, pero no dejo de pensar que no debería ser tan complicado, que el desempleo no debería significar una etapa de ansiedad, frustración y pérdida de confianza sucesivas.

Debo admitir que este texto es una suerte de lamentación sin muchas pretensiones, tan solo quise «socializar una experiencia ‒que quizá sea común‒ generando voces de aliento y solidaridad», como señalaba la convocatoria. Gracias por leerme, soy psicólogo y sé del poder de la palabra como instrumento de sanación. Y, por si acaso, pasen la voz, estoy buscando trabajo.